Después de mucho tiempo escuchando sobre la cineasta francesa Agnes Varda, me di la oportunidad de buscar por dónde empezar, porque tiene tantas películas que no sabía cuál era la indicada, y creo que no me equivoqué. Los espigadores y la espigadora es mi primer acercamiento a Varda (después de un intento fallido de ver Cleo de 5 a 7) y no me quedó ninguna duda en por qué es una cineasta tan reconocida y aclamada internacionalmente.
En Los espigadores y la espigadora, Varda entrega una visión humana y empática sobre la gente que vive de la basura y desechos de los supermercados.
El poder que tiene Varda para capturar a la gente como ella los ve, de manera gentil, amable, bienvenida, hablándoles como si las conociera de siempre. Ese tacto sólo lo tienen ciertas personas.
Como primer acercamiento al cine de Ágnes Varda, quedé encantadísima, demasiado encariñada como para soltarla. Sabía que me iba a gustar, pero no imaginé que su visión estaría llena de empatía y a su vez, de rebeldía.
Los espigadores y la espigadora es un retrato de la sociedad y de ella misma como parte de un grupo en contra del capitalismo y el consumismo, en donde, en vez de seguir la línea consumista impuesta, rechazan ese sistema y crea uno propio: el de recolectar y pepenar de los “desperdicios de los otros”, pero también a vivir la vida como sea posible, enfrentando las adversidades, creando caminos que los ayuden a cerrar ciclos, a encontrar compañía o generar comunidad.
No es más que un retrato de la humanidad misma, retratada con ojos amables y acercamientos honestos por parte de su autora, además de ser una carta al paso del tiempo, y al miedo o quizás el enfrentamiento de envejecer.
Todas las historias me impactaron y me conmovieron, porque el ser espigador también ha sido parte de mi vida: en el campo, con las cosechas de mi padre buscamos los mejores melones, sandías, maíz…también mi familia viene de una generación de recolectores, ¿y no es así con todos?
Una de las cosas que resaltan de su documental es que al final, todas las personas terminamos siendo recolectoras, quizás no de cosas físicas, pero sí de ideas, de pensamientos, de decisiones…de momentos que no queremos olvidar.
Pero, principalmente, su postura política y social sobre la cultura consumista y de desperdicio fue la que me dejó pensando tanto, mucho después de terminarla de ver. Me sorprendió bastante el hecho de que incluso en los muy llamados países primermundistas, existe mucha de su gente se ve en la necesidad de hurgar en la basura para sobrevivir.
Y no solo eso, sino que toda esa basura es un reflejo de nuestra sociedad y su problema consumista; una vez leí algo que me sigue a todas partes cuando voy a tiendas departamentales “En algún lugar, tus juguetes de la infancia existen en la tierra, quizás en un basurero, quizás en las manos de alguién más, pero, que hayan desaparecido de tu vida no significa que hayan desaparecido del planeta.”
Todo lo que nos pertenece o llegamos a poseer se quedará aquí, incluso cuando nos deshagamos de él, sólo se unirá a las miles de montañas de basura que ya existen. De alguna manera, ese espiral de pensamientos me dejó sintiéndome bastante consciente y con náuseas, toda esa basura seguirá aquí, para siempre.
Creo que esta película sigue siendo tan vigente e importante como lo fue hace veinticinco años que salió: después de la pandemia se vió un aumento de consumismo, con las tendencias del TikTok y el Fast Fashion como Shein o Temu. Sigue siendo una llamada de atención para poner un alto, para implementar el reciclaje y conciencia en lo que compramos.
Foto: Las espigadoras, Jean François Millet, 1857
Al final me parece que nosotros terminamos siendo también espigadores digitales, en búsqueda de buenos contenidos, lecturas, que nos aporten algo de vuelta. Por lo que, esta película es esencial, no me cansaré de recomendarla.
Siendo mi primer acercamiento a Varda no pude dejar de pensar en todas las películas que tengo que ver, porque es sin duda alguien que vale la pena admirar: rebelde, activista y bastante talentosa.
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